18
EVOCADORA DE LOS SUEÑOS
La excitación flotaba una mañana en el aire cuando el pequeño grupo formó el círculo habitual de cara al este. Un indicio de color apenas indicaba la llegada del alba. Mujer Espíritu se situó en el centro y reemplazó al Anciano de la Tribu, que había concluido su parte de la adoración matutina.
Mujer Espíritu y yo teníamos físicamente muchas cosas en común. Ella era la única mujer aborigen de toda la tribu que pesaba más de cincuenta y cinco kilos. Yo estaba convencida de que perdía peso caminando con aquel intenso calor y haciendo una sola comida por día. Había acumulado el suficiente tejido adiposo en todo mi cuerpo como para alegrarme ante la idea de la grasa disolviéndose y cayendo en gotas sobre mis hue¬llas en la arena.
En el centro de nuestro semicírculo, Mujer Espíritu alzó las manos por encima de la cabeza para ofrecer su talento al invisible público celeste. Se brindaba como medio de expresión por si aquel día la Divina Unidad deseaba actuar a través suyo. Ella deseaba compartir su talento conmigo, la Mutante adoptada en aquel walka¬bout. Al concluir la petición dio las gracias con tono alto y enfático. El resto del grupo se unió a ella, gritando su gratitud por los dones del día aún no manifestados. Según me dijeron, normalmente todo esto se hacía en si¬lencio, gracias a su perfecta comunicación mental, pero lo habían realizado respetando mis limitaciones porque yo era novata todavía en recibir la telepatía mental, y además era su huésped.
Ese día caminamos hasta bien entrada la tarde. A lo largo de nuestra ruta habíamos encontrado muy poca vegetación. No obstante, para mí era un alivio que no hubiera agujas de spinifex mortificándome las plantas de los pies.
El silencio se rompió al atardecer cuando alguien avistó un bosquecillo de árboles enanos. Eran unas plan-tas de extraño aspecto, con un tronco de árbol que se extendía por la parte superior como un arbusto gigan¬te. Eso era lo que Mujer Espíritu había pedido y es¬peraba.
La noche anterior, sentados alrededor de la hogue¬ra, ella y tres más habían cogido sendas pieles curtidas y las habían cosido para darles forma redondeada. Al día siguiente cargaban con ellas. Yo no pregunté el motivo. Sabía que me lo dirían en su momento.
Mujer Espíritu me cogió la mano, me llevó hasta los árboles y señaló algo. Yo miré y no vi nada. Su excita-ción me indujo a mirar de nuevo. Entonces descubrí una gran telaraña. Su dibujo era grueso, complejo y re-luciente, con cientos de hilos entretejidos. Al parecer había otras iguales en varios árboles. Ella dijo algo a Outa, quien me conminó a elegir una. Yo no sabia qué debía buscar, pero había aprendido que los aborígenes elegían por intuición. Señalé una.
Mujer Espíritu sacó entonces un aceite aromático de la bolsa que llevaba atada a la cintura y untó toda la su-perficie redonda de la piel curtida en forma de pande¬ro. Quitó todas las hojas que quedaban lejos del objeto de su interés y luego, colocando la superficie untada de aceite tras la telaraña, con un rápido movimiento hacia delante, la sacó entera y expertamente enmarcada sobre la piel. Yo me quedé mirando mientras los demás se acercaban, elegían una telaraña y cada una de las mu¬jeres, repetía la misma operación con una de las pieles redondeadas.
Mientras nos entreteníamos con este juego, los de¬más miembros de la tribu se habían ocupado de encen¬der fuego y encontrar comida para la cena. Esta con¬sistió en varias de las enormes arañas de los árboles enanos, unas raíces y un nuevo tubérculo que no había comido hasta entonces y que se parecía al nabo.
Después de comer nos reunimos en torno al fuego como cada noche. Mujer Espíritu me explicó su talento. Cada ser humano es único, y a cada uno de nosotros se nos otorgan ciertas características que son excepcional¬mente fuertes y que pueden llegar a convertirse en un talento. Su contribución a la sociedad era la de evocado¬ra de los sueños. Todos soñamos, me dijo. A nadie le preocupa recordar sus sueños ni aprender de ellos, pero todos soñamos. «Los sueños son la sombra de la rea¬lidad», explicó. Todo lo que existe, lo que ocurre aquí, se encuentra también en el mundo de los sueños. Todas las respuestas están allí. Las telarañas especiales se utili¬zan en una ceremonia de cánticos y danzas que sirven para solicitar la guía del universo a través de los sueños. Luego Mujer Espíritu ayuda al soñador a comprender el mensaje.
Tal como yo lo entendí, para ellos «soñar» significa «niveles de conciencia». Hay un soñar ancestral cuando se remonta a la creación del mundo; hay un soñar extra¬corpóreo como la meditación profunda, un soñar mien-tras se duerme, etcétera.
La tribu utiliza a los evocadores de los sueños para pedirles consejo en cualquier situación. Creen que pue-den hallar la respuesta en un sueño si necesitan ayuda para comprender una relación, una cuestión de salud o el propósito de una experiencia determinada. Los Mu¬tantes sólo conocen un modo de soñar mientras duer-men, pero los Auténticos tienen conciencia de los sue¬ños estando despiertos. Sin usar drogas para controlar la mente, utilizando tan sólo técnicas de respiración y concentración, son capaces de actuar conscientemente en el mundo de los sueños.
Recibí instrucciones de bailar con la evocadora de los sueños. Girar sobre uno mismo da un gran resul¬tado. Plantas con firmeza la pregunta en tu mente y la formulas una y otra vez mientras das vueltas. El giro más efectivo, según la explicación de los aborígenes, es un ejercicio que aumenta los vórtices de energía en siete puntos clave del cuerpo y que consiste en girar siempre hacia la derecha con los brazos extendidos a los lados.
Me mareé pronto, así que me senté y me puse a re¬flexionar sobre el cambio operado en mi vida. Allí en el desierto, donde no había siquiera una persona por kiló¬metro cuadrado en un área tres veces mayor que Texas, estaba representando el papel de derviche, levantando arena con los pies y haciendo que el aire que llegaba a mí evocadora de los sueños se ondulara infinitamente más allá de la vasta extensión abierta.
La gente de la tribu no sueña de noche a menos que lo desee. Consideran que las horas en que se duer¬me son importantes para el descanso y recuperación del cuerpo. No es el momento indicado para dividir la energía en diversos proyectos. Ellos creen que la razón por la que los Mutantes sueñan de noche es que en nuestra sociedad no se nos permite sonar de día ni se acepta en modo alguno que alguien sueñe con los ojos abiertos.
Finalmente llegó la hora de dormir. Alisé la arena y utilicé mi propio brazo como almohada. Me tendieron un pequeño recipiente con agua para que me bebiera la mitad en ese momento y el resto al despertar. Eso me ayudaría a recordar el sueño con detalle. Hice la pre¬gunta que me resultaba más acuciante: «¿Qué voy a hacer con la información que estoy recibiendo cuando termine este viaje?»
A la mañana siguiente, Mujer Espíritu me pidió a través de Outa que recordara mi sueño. Pensé que le seria imposible interpretar su significado porque no contenía nada que pareciera relacionado con Australia, pero aun así se lo conté. Me preguntó sobre todo qué sentía, qué emociones suscitaban los objetos y cosas que habían ocurrido en mi sueño. Fue asombroso el modo en que lo interpretó, siendo como era el estilo de vida civilizado con el que yo había soñado totalmente ajeno a ella.
Llegué así a comprender que habría ciertas tormen¬tas en mi vida, que dejaría de lado personas y cosas en las que había invertido mucho tiempo y energía, pero entonces sabría lo que era sentirse un ser equilibrado y tranquilo y podría evocar esa emoción en cualquier momento en que la necesitara o deseara. Aprendí que podía vivir más de una vida y que había tenido ya la ex¬periencia de una puerta que se cerraba. Aprendí que ha-bía llegado un momento en que ya no podía seguir con las mismas personas, lugares, valores y creencias que antes tenía. Para que mi alma madurara, había cerrado suavemente una puerta y entrado en un lugar nuevo, en una vida nueva que equivalía a un escalón espiritual más alto. Y lo que era más importante, no tenía que hacer nada con la información. Si sencillamente me limitaba a llevar a la práctica los principios que yo consideraba verdaderos, llegaría a influir en las vidas de quienes es¬tuviera destinada a influir. Las puertas se abrirían. Des pués de todo, no era mí mensaje; yo sólo era la mensa¬jera.
Me pregunté si alguno de los que habían bailado con la evocadora de los sueños compartiría los suyos. Antes de que pudiera formular la pregunta, Outa me leyó el pensamiento y dijo: «Sí, Hacedor de Herramientas de¬sea hablar.» Hacedor de Herramientas era un hombre anciano que estaba especializado no sólo en herramien¬tas sino también en pinceles, en utensilios de cocina, en casi todo. Él había pedido consejo sobre dolores mus¬culares. Su sueño trataba de una tortuga que, al salir reptando del billabong, había descubierto que había perdido las patas de un lado de su cuerpo y que estaba coja. Después de que Mujer Espíritu hablara con él so¬bre el sueño, como había hecho antes conmigo, Hace¬dor de Herramientas llegó a la conclusión de que había llegado el momento de enseñar su oficio a otro. Tiempo atrás le había encantado la responsabilidad de ser un maestro artesano, pero cada vez era menor el disfrute y mayor la presión que se infligía a si mismo, así que se le había indicado la necesidad de un cambio. Perdido el equilibrio entre trabajo y diversión, se había convertido en un ser descentrado.
En los días que siguieron le vi enseñar a otros. Cuan¬do le pregunté por sus dolores y achaques, se ahondaron las arrugas de su rostro al sonreírme y me dijo: «Cuando el pensamiento se hizo flexible, las articulaciones se vol¬vieron flexibles. No más dolor.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradezco el comentario.