Medicina Tradicional China para los occidentales
Por Prof. Juliana Guzmán
En el comienzo de un curso de medicina china, pregunté a un grupo de alumnos cuántos estaban seguros de llegar a ejercer como médicos chinos. Cuál no sería mi sorpresa al observar cómo la gran mayoría levantaba la mano. Me pregunté si la motivación tenía que ver con la intuición de la riqueza de la medicina china o si sólo, y no es cosa menor, les impulsaba la necesidad de trabajo, o la curiosidad por lo desconocido…
Estas preguntas me llevaron a una serie de reflexiones sobre el lugar que ocupa la medicina china en nuestros intereses y el papel que puede cumplir en nuestra forma de entender el acto terapéutico. Estudiar medicina china no es fácil. Supone una mezcla compleja de estudio, experimentación, replanteamiento, intuición, de inspiración, de observación....
Es curioso que la ciencia actual esté constatando fenómenos que, de algún modo, ya estaban descubiertos por los antiguos, también occidentales: véase, por ejemplo, cómo Hipócrates, Paracelso y las corrientes vitalistas en medicina, consideraron que hay una interacción real del hombre con el Cosmos y que existe una fuerza constructiva en todo lo que existe. Paracelso, el alquimista y médico del Renacimiento, indicó además que esta fuerza invisible irradia de una persona a otra y podría actuar a distancia. Mesmer llamó “gravitas universalis” al fluido que todo lo penetra y lo relacionó con la influencia magnética. Las teorías de campo en la física, desde la gravitatoria, electromagnética, relatividad y leyes y principios basados en los conceptos de resonancia, refuerzo e interferencia…, parece que pueden dar en la actualidad algún soporte teórico a estas ideas. Con todo, la ciencia positiva recela porque no hay una explicación que encaje en el cuerpo teórico admitido por la comunidad científica. Pero, la realidad se manifiesta tozudamente y cada vez son más las personas que demandan ser tratadas con MEDICINA CHINA y otras terapias alternativas a la ortodoxia médica y la mayoría de las veces, para sorpresa de su médico, encuentran vías de solución a sus problemas. Otras veces son los mismos médicos occidentales los primeros interesados en estudiar tratamientos que les obligan a mirar de otro modo la salud y la enfermedad.
Dos formas de medicina, en fin, que no deberían ser excluyentes, puesto que donde una no puede llegar, quizá pueda hacerlo la otra. La cuestión estribaría en examinar la eficacia de una u otra sin compararlas. Parece ser que la medicina occidental es con frecuencia más eficaz cuando tiene una idea clara y definida de la etiología de la enfermedad (infecciones bacterianas, por ejemplo); pero en casos crónicos, la medicina china parece dar mejores resultados sobre todo porque evita los problemáticos efectos secundarios de la medicación y las enfermedades iatrogénicas resultantes.
La medicina china considera importantes aspectos del cuerpo humano que no son significativos para la occidental y a la inversa. La estructura lógica que guía las intuiciones clínicas de los médicos y su juicio crítico, difieren radicalmente en ambos enfoques. Lo que dice Michel Foucault acerca de la percepción médica en diferentes períodos históricos, se podría aplicar a estas dos diferentes tradiciones: “No solamente los nombres de las enfermedades, no solamente la agrupación de sistemas no eran iguales; sino que los códigos de percepción fundamentales que se aplicaban a los cuerpos de los pacientes, el campo de los objetos a los que se dirige la observación, las superficies y profundidades que recorre la mirada del doctor, la totalidad del sistema de orientación de su observación , variaba”.
La medicina china pone un énfasis especial en los sistemas de diagnóstico mediante un interrogatorio certero, una palpación precisa, una observación minuciosa, un olfato afilado…, y con ello nos invita a poner a funcionar los recursos del pensamiento, la experimentación, la comunicación terapéutica mediante la palabra, las posibilidades de interferencia con nuestros pacientes…
Sin embargo, en nuestra sociedad de consumo, estamos olvidando un bien precioso: el manejo del tiempo, del pensamiento y de la experiencia. Nos toca vivir un tiempo sin tiempo, en el que gobiernan las prisas, la urgencia por ser productivos, la imperiosa necesidad de acallar los síntomas y no las causas de las enfermedades.
En medio de estas circunstancias, sin embargo, aumenta el número de estudiantes que se deciden por una medicina que recupera el tiempo de las cosas, la medida, la justeza, el ritmo pausado del quehacer terapéutico, el tiempo en el que las cosas revelan significados….
Recuperar al hombre armonioso en relación con los ritmos naturales es una ingente, pero inapelable, tarea en nuestro mundo actual: muchas enfermedades desaparecerían como por ensalmo. La medicina china, nos exige sentarnos a hablar con calma con nuestros pacientes, observarlos, tocarlos, tratarlos como lo hacían antiguamente nuestros médicos de cabecera.
La medicina china nos compromete a reconquistar protagonismo y participación en el acto terapéutico, sin rechazar y sí aprovechando, por supuesto, todo aquello que el avance tecnológico pone en nuestras manos “como ayuda” para interpretar las enfermedades. Una prueba clínica, manifiesta parámetros que encuentran explicaciones, también, en los hábitos de cada día del enfermo.
Alguien podría preguntar ¿quién necesita en estos tiempos de la interpretación a escala humana de las enfermedades? ¡Si ya los sistemas de diagnósticos están protocolizados!, ¡si ya las pruebas clínicas y todo el arsenal terapéutico y farmacológico está previsto para la mayoría de las enfermedades!. Poco a poco, las máquinas se están convirtiendo en nuestros sentidos, nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra memoria. Poco a poco nuestras vidas se están automatizando y respondemos según un programa de conductas previstas…
Termino respondiendo a la pregunta inicial ¿qué nos impulsa a interesarnos por los Estudios Superiores de medicina china? …¿Quizá otras formas de vivir y de entender al ser humano?
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